Una de las características de san José es su humildad y su obediencia a los planes de Dios. Su figura en los evangelios es la del silencio, no dice una palabra, sin embargo, su lenguaje es el de la acción, lo vemos aceptando y acogiendo con fe el proyecto de Dios en su vida. A pesar de la incertidumbre que le generaba, el embarazo de María su esposa como fruto de la intervención del E. Santo, con todo, terminará acogiendo a María en su casa (cf. Mt. 1, 24) y posteriormente, ante el peligro inminente, la lleva junto al niño a Egipto (cf. Mt. 2, 13-14).
En este año dedicado a San José por los 150 años de la declaración como patrono universal de la Iglesia Católica, es una linda oportunidad para ahondar en su figura, Él supo vivir su misión de esposo y padre de Jesús con total confianza en los designios de Dios, supo ser custodio y protector de su familia.
Nuestra reflexión consta de dos partes, primero el lugar de san José en la Orden del Carmelo y en un segundo momento, unos pensamientos sobre unas citas de la Carta apostólica Patris Corde del Papa Francisco.
La Orden del Carmelo y el año dedicado a san José
A propósito del año de san José, los dos generales de la Orden del Carmelo, calzado y descalzo, han escrito una carta sobre la presencia de San José en la Orden. En dicho documento ambos generales hacen esta afirmación: “Lo cierto es que la devoción a san José en el Carmelo estuvo, desde los inicios, vinculada al culto litúrgico” (Carta de los Superiores Generales O.Carm. y O.C.D., p. 4). Es importante esta aseveración sobre todo destacando la presencia de san José desde los inicios a través de la liturgia, que es una manera práctica de cultivar la cercanía y familiaridad con el santo.
En dicho documento siguen subrayando ambos generales, que la celebración litúrgica del santo arranca propiamente en el siglo XIV y llegando el culmen de su difusión en el s. XV: “La liturgia propia de san José en la Orden del Carmen es retenida por los historiadores y liturgistas como el primer monumento de la Iglesia latina en honor de san José” (Carta de los Superiores Generales O.Carm. y O.C.D., p. 5). No deja de ser un privilegio y una responsabilidad la consideración de los historiadores y liturgistas como un verdadero aporte a la Iglesia latina.
Ya en el siglo XVI con Santa Teresa la devoción y difusión de San José llegó a su esplendor por el hecho de que la Santa le tenía una confianza tan grande que hasta le atribuyó su sanación física, después de haber consultado a distintos “médicos” de su tiempo (cf. V 6, 5-6). Teresa sentía la cercanía de San José que se convirtió en su verdadero confidente y todo lo ponía bajo su protección desde su salud, como la mayoría de las fundaciones de los nuevos conventos. Ella supo descubrir en el Santo su vida contemplativa que también lo tomará como modelo y maestro de oración (cf. V 6, 8). A propósito de la oración, a continuación, cito un párrafo extenso pero imperdible del documento escrito por ambos generales de la Orden:
La Palabra alcanzó a José en un sueño, que podemos interpretar como su oración, su interioridad. Se podría decir que cada Carmelo es un lugar de sueños: la oración es como un sueño, que contiene en sí misma un mensaje secreto. La comunidad carmelitana es un grupo de personas que sueña hacer de la propia casa una nueva Jerusalén, personas que comparten el sueño del profeta acerca de un mundo mejor, personas que se dejan atrapar cada jornada por el sueño de la salvación. Escuchando día tras día la Palabra de la salvación, nos conformamos a Cristo en su obediencia y en su voluntad de servir, él que no ha venido para ser servido, sino para servir, él que hallaba en un niño pequeño el ejemplo de cómo debemos ser si deseamos entrar en el reino de Dios. Los carmelitas, como san José, reconocen el sueño y mantienen la luz de la esperanza que ilumina el mundo nuevo prometido a quienes viven atentos a la Palabra de Dios, porque Dios hará nuevas todas las cosas (Carta de los Superiores Generales O.Carm. y O.C.D., p. 10).
Más adelante en el año 1955 su figura es fortalecida en la liturgia al ser reconocido como patrono de los trabajadores cuya fiesta, el 1° de mayo, fue instituida por el Papa Pío XII ante un grupo de obreros reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Esto nos hace volver la mirada al carpintero de Nazaret, haciéndose parte en la dignificación, valoración y reivindicación del trabajo.
El Papa Francisco y Patris Corde
El Papa Francisco como Pastor universal de la Iglesia Católica ha escrito una carta, Patris Corde, para resaltar y subrayar unos aspectos de la vida de San José, entre ellos como Padre amado, Padre en la ternura, Padre en la obediencia, Padre en la acogida, etc.:
San José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho de que se le han dedicado numerosas iglesias en todo el mundo; que muchos institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre; y que desde hace siglos se celebran en su honor diversas representaciones sagradas. Muchos santos y santas le tuvieron una gran devoción, entre ellos Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos (Patris Corde, 9).
La vida de San José, fue un ejemplo y sigue siendo hoy. Supo corresponder al proyecto de Dios con entera confianza, acogiendo con humildad y disponibilidad. Ha sabido arriesgar hasta la propia vida con tal que el plan de Dios se cumpliera tanto en su vida como en la vida de María y de su hijo Jesús.
En todo momento su existencia se convirtió en una auténtica ofrenda, que más allá de sus intereses personales primó la voluntad de Dios. Supo vivir su vida de fe en la vida cotidiana, concretamente en su labor de carpintero y como padre y esposo de María. Todos los bautizados estamos llamados a vivir nuestra fe poniendo nuestra mirada en los que nos precedieron, en este caso en José (el carpintero).
Los santos son modelos y estímulos en nuestro camino de seguimiento a Jesús. En ellos debemos descubrir y redescubrir cada día de nuestras vidas la correspondencia que han tenido con Dios y cómo supieron fiarse de él en todas las circunstancias de la vida.
Reconocemos que estamos en un tiempo difícil, pero no por eso, Dios está ausente o lejos de la realidad, al contrario, Dios está y estará siempre presente como lo estuvo en la vida de la sagrada familia de Nazaret, también hoy nos dice a cada uno/a: “José, hijo de David, no temas” (cf. Mt 1,20).
En este tiempo en que la fe tambalea, y se pone a prueba seguimos acogiendo las palabras del Papa Francisco:
Lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo nos enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona (Patris Corde, 19).
Conclusiones
Es tiempo hoy de volver a los sueños, como dice el mensaje de los generales, al sueño del profeta acerca de un mundo mejor, al sueño de una oración que transforma la vida personal y la de nuestros pueblos que viven en la incertidumbre, la muerte y la desesperanza, soñar es también un modo de mantener abierto el futuro a la esperanza.
La audacia y la valentía de San José es lo que pedimos al Señor, para que nunca sucumbamos ante las adversidades de la vida, con la certeza de que Dios es nuestra fortaleza y nuestro compañero de camino.
San José esposo de María y padre de Jesús, ruega por nosotros.
Fr. Carlos de San José, ocd.