Virgen María

Totus Marianus Est Carmelus

Historia

Hay tres palabras claves que sintetizan los orígenes de nuestra relación carismática con la Virgen María: el lugar del Monte Carmelo, el nombre o título mariano de la Orden (de los Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo), la explícita mención de la dedicación de la Orden del Carmelo al servicio de nuestra Señora.

Un anónimo peregrino de principios de siglo XII nos ofrece, en un documento sobre los caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el primer testimonio histórico mariano acerca de la Orden. Nos habla de una «muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los ermitaños latinos, llamados ‘Hermanos del Carmelo'» tenían en el Wadi’ain es-Siah.

Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo dedicada a la Madre de Dios es significativo y prácticamente es el hecho del que se desprende la más antigua devoción de los Carmelitas a la Virgen. Desde el principio de su fundación, los Carmelitas habían erigido una pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma Tierra de Israel.

El título de la Orden en algunos documentos pontificios hace referencia explícita a la Virgen María. Este nombre, «hermanos» que es signo de familiaridad e intimidad con la Virgen, ha sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente de espiritualidad cuando los autores carmelitas posteriores hablen del «Patronazgo de la Virgen» y de su cualidad de «Hermana» de los Carmelitas.

Así pues, una de las notas características de la espiritualidad del Carmelo, es la presencia de la Virgen María en nuestra vida, la comunión con su persona, la imitación de sus virtudes, el culto de especial veneración. El Carmelo, según una expresión medieval, es «todo de María».

La historia y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo durante los siglos XIV-XVI, se enriquecen de motivos devocionales que van aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María aparece como la auténtica Protectora de la Orden en momentos difíciles de su evolución y expansión  en Occidente. El Catálogo de los Santos Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden, Simón Stock, tuvo hacia el año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega del hábito de la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los que lo lleven con devoción.

La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial los beneficios recibidos por intercesión de nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez el sentido de recordar la protección de María y de realizar la acción de gracias por parte de la Orden. Desde hace varios siglos se tiene el 16 de Julio como el día especial para honrar a la Virgen María, madre del Carmelo.

Espiritualidad Mariana en el Carmelo

La consagración religiosa y la vida cristiana vivida en el Carmelo tienen como meta, según la espiritualidad de la Orden, la perfección de la caridad, del amor de Dios y del prójimo; la tensión hacia la santidad que caracteriza nuestra vida tiene en la Virgen María no sólo el modelo más alto sino también la compañía más eficaz; nuestra vida consagrada al servicio de Cristo y de la Iglesia tiene en el amor de la Virgen su ejemplo más aleccionador; además, la doctrina y la experiencia espiritual de nuestros Santos, indican que María es la Madre que acompaña nuestro camino de vida espiritual para que lleguemos, de su mano, «hasta la cima del Monte de la perfección que es Cristo».

Los Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen especialmente por medio de la liturgia. Han erigido templos en su memoria y venerado su imagen. En honor de la Virgen, se celebran misas votivas y el nombre de María se introduce con frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de hábito y de la profesión religiosa. Se puede decir que la liturgia carmelitana ha dejado una profunda huella de espíritu mariano en la tradición espiritual y ha plasmado interiormente la dedicación que la Orden profesaba a la Virgen Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen características prácticas de devoción popular de la Iglesia, como el Ángelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la devoción del Escapulario.

En el Carmelo Descalzo

La segunda parte del n° 48 de las Constituciones, presenta la lógica continuidad mariana del Carmelo en Santa Teresa de Jesús y en San Juan de la Cruz con estas palabras: «Santa Teresa y San Juan de la Cruz han reafirmado y renovado la piedad mariana en el Carmelo». Así se dice: «El Carmelo Teresiano ha experimentado hondamente y ha corroborado esta inspiración mariana original, siguiendo la huella de sus santos Padres que propusieron a la Madre y Señora de la Orden como modelo de oración y abnegación para el camino de la fe, y como mujer entregada en alma y cuerpo a la escucha y contemplación de las palabras del Señor, siempre dócil a los impulsos del Espíritu Santo y asociada al misterio pascual de Cristo por el amor, el dolor y el gozo».

El Escapulario de la Virgen del Carmen

Es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a la Virgen María.

El que recibe el Escapulario es admitido en la familia de la Madre de Dios y de la Orden carmelitana. Participa de los privilegios y tesoros espirituales de la Orden.

Quien se impone el Escapulario, entra en comunión con la familia consagrada al amor, a la veneración y al culto a la Virgen María, quedando señalado con un peculiar carácter mariano de espíritu de oración y contemplación, y de los diversos modos de apostolado y de aceptación del sacrificio en la vida. Asume en definitiva un compromiso de imitar en su vida de cada día a la Virgen María.

Consagracion la Virgen del Carmen

Virgen del Carmen, llevamos sobre nuestro pecho tu santo Escapulario,
signo de nuestra consagración a tu Corazón Inmaculado.
Madre querida, somos tus hijos: unos hijos de tu entera pertenencia.
Nuestra consagración Señora, nos exige una entrega sin reservas a tu persona,
una dedicación generosa a tu servicio, una fidelidad inquebrantable a tu amor
y una solícita imitación a tus virtudes.
Queremos vivir conforme al ideal carmelitano, en ti por ti, contigo y para ti.
Gracias a tu Escapulario, Virgen bendita, somos miembros de tu cuerpo místico del Carmelo
y participamos de la consagración comunitaria de la Orden a ti, que eres su Cabeza.
Nuestra consagración se une, pues, a la de toda la familia carmelitana
y acrecienta así su valor y su eficacia.
Santa María, Abogada y Mediadora de los hombres,
no podríamos vivir nuestra consagración con olvido de quienes son tus hijos y nuestros hermanos.
Por eso, nos atrevemos a consagrarte la Iglesia y el mundo, nuestras familias y nuestra patria.
Te consagramos especialmente los que sufren en el alma o en el cuerpo:
los pecadores, los tentados, los perseguidos, los marginados, los hambrientos, enfermos que sufren.
Madre y Reina del Carmelo, por nuestra consagración somos del todo tuyo ahora en el tiempo.
Que lo sigamos siendo también un día en la eternidad. Así sea.